Benedicto XVI y el libro “Últimas Conversaciones”
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El periodista Peter Seewald ha marcado en estos días la pauta editorial a muchos medios de comunicación en el mundo, desde que el pasado 9 de septiembre presentara su libro “Ultime conversazioni”, que recoge una peculiar y extensa entrevista a Benedicto XVI, hoy Papa Emérito.
La publicación es valiosa pues revela el espíritu, la fe, con que el Santo Padre Benedicto XVI afrontó diversos conflictos y momentos de crisis a lo largo de su vida.
Para ahondar en los contenidos del libro y conocer algunos detalles inéditos de los encuentros con Benedicto XVI, presentamos la entrevista a Peter Seewald del periódico alemán Die Zeit (publicada en su magazine “Christ und Welt”)
-Sr. Peter Seewald, desde 1996 usted ha publicado tres obras sobre Joseph Ratzinger; al principio cuando aún era cardenal, luego siendo Papa. Ahora presenta “Últimas conversaciones” con el primer Papa Emérito de los tiempos modernos. ¿Cuál es la novedad?
-Lo primero: es una primicia mundial. Por primera vez en la historia de la Iglesia un Papa hace balance de su mandato. En segundo lugar, hay una espontaneidad y transparencia sin precedentes. Estas conversaciones originalmente no estaban destinadas a publicarse por separado, sino como material para la biografía de Ratzinger en la que estoy trabajando…
-¿Cómo surgió este libro?
-Una pequeña parte de la entrevista se realizó mientras ejercía como Papa, pero la mayor parte de la misma es del período posterior a la renuncia. Por lo tanto, las reuniones se prolongaron durante un largo periodo.
-Cuando se reunió con Benedicto XVI por primera vez después de su retiro, ¿cómo lo vio entonces?
-Él se convirtió en una persona frágil y parecía terriblemente cansado. Por esto es comprensible lo que él dijo: que ya no tenía las fuerzas que el cargo requería. Al mismo tiempo, se percibía un gran desprendimiento. Expresaba algo conmovedor, porque se sentía con fuerza esa modestia y sencillez que ya poseía como estudiante y que luego le identificó como cardenal.
-Desde el Palacio Apostólico a su lugar de retiro: ¿Cómo se ve al Papa emérito en su nueva casa?
-El conocido como Monasterio, en los Jardines Vaticanos, es muy modesto. Al lado del Papa también están las hermanas que cuidan de él, y el arzobispo Gänswein...
-¿Es una vivienda comunitaria para adultos y no una Casa de Retiro?
-Bueno, el único mayor es Benedicto, porque Georg Gänswein con sus 60 años es un obispo que está todavía en la flor de la vida… Benedicto ahora necesita de un andador.
-¿Cómo era la atmósfera durante las conversaciones?
-Joseph Ratzinger es muy estructurado y el procedimiento era casi siempre el mismo. Al llegar él me preguntaba que cómo estaba. Yo le respondía: ¿cómo está usted? “Cómo sólo un hombre viejo está”, me decía. Y entonces dábamos inicio a la conversación.
-¿Ningún diálogo previo, ninguna invitación posterior a comer?
-No, siempre era en un ambiente sencillo. Una vez dije a las hermanas que tal vez él necesitaba (durante la entrevista) a lo menos un vaso de agua. Pero él no bebía nada, café en alguna ocasión.
-¿Ningún placer mundano?
-Mi impresión es que vive inmerso por y para la oración. Pero por la noche son imprescindibles las noticias italianas. Su hermano alguna vez afirmó que Joseph Ratzinger era adicto a las noticias.
-¿Y algún otro programa de la televisión italiana o por satélite que le guste ver habitualmente?
-Si se le pregunta qué es lo que suele ver, por lo general la respuesta es: ¡Don Camilo y Peppone! Él se va a la cama muy temprano.
-Su dimisión hace tres años ocurrió en medio de intrigas ¿Cómo está ahora?
-Él no esperaba vivir mucho tiempo después de su renuncia. Pero Ratzinger no se da nunca por vencido. En un momento piensas: esta fue la última visita. Al siguiente encuentro te das cuenta de que tiene nuevas fuerzas cuando te dice con la expresión Bávara “derrappelt”, que otra vez está aquí.
-¿Él está llegando a término?
-Se puede decir que ha vivido su vida. No quiero decir que esté cansado de la vida, pero él se ha dado todo. Y ahora cumple su anhelo de estar en una nueva esfera, tan a menudo anticipada en su pensamiento, que es poder estar más cerca de su Jesús. Porque él había imaginado una vida más monástica, con menos correspondencia, menos visitas, menos atención sobre él.
-¿Pero no trata sobre eso su libro? Por así decirlo, sobre su renuncia, sobre su pontificado, sobre Francisco. Éste también es un acto político. Benedicto tiene algún objetivo. ¿Por qué hablar ahora?
-Tal vez será acusado de romper su silencio o porque de nuevo se hace presente e influencia la opinión pública. Pero Papa Benedicto no es un Papa en la sombra. Se ha retirado y no interfiere. He oído comentarios sobre este proyecto: que este libro no debería existir. Mi entrevistado no estaba inicialmente a favor.
-¿No sobre lo que se conversaba o no sobre su publicación?
-No sobre su publicación. Y tampoco supuse que se haría mientras él estuviese vivo. Las conversaciones, como ya he dicho, fueron concebidas para su biografía.
-¿Y qué pasó?
-Me quedó claro al transcribir las cintas: Estaba ante algo más que comentarios o añadidos sobre su vida; es un documento histórico. Una vez más podemos escuchar al Ratzinger directo, sin las distorsiones de los medios de comunicación, sobre todo con respecto a su renuncia. Éste fue un acto incomparable del que sólo teníamos básicamente su declaración de 20 líneas en latín. Y esto, seguido de las leyendas y teorías sobre una presunta conspiración, de que su renuncia no fue voluntaria, que se vio obligado por escándalos o incluso por extorsión. Se necesitaba la versión directa del personaje histórico que acabara con las historias sin sentido. Por esto, a continuación -(luego de transcribir las cintas)-, traté de convencer al Papa Emérito (que le permitiera publicar antes el material).
-¿Cómo se convence a un Papa?
-A Joseph Ratzinger se logra convencer sólo con argumentos… Sin embargo, puso como requisito previo que (Papa) Francisco diese su consentimiento a la publicación. Y no hubo peros. (…)
-Sobre la relación entre ambos se ha especulado repetidamente. Francisco parece dispuesto a una buena relación con su predecesor y Benedicto se esfuerza en su libro por disipar la impresión de que Francisco y él están en diferentes longitudes de onda. ¿La armonía es real o un espectáculo?
-No, esto no es ningún espectáculo. En primer lugar: Papa es el Papa. Esto se aplica a todos los católicos, y más aún para quien ha sido Papa. Una situación como la de hoy nunca había existido. Todo lo que Benedicto y Francisco hacen es algo nuevo, por tanto precisan encontrar una forma apropiada. Incluso para las cosas aparentemente triviales: ¿Cómo se expresa uno que fue Papa? ¿Cómo se viste? ¿Cómo podrían un Papa reinante y otro emérito estar uno al lado del otro? Para esto no existe tradición que lo regularice. Ellos dos crean, por así decirlo, el papado de este siglo. En el futuro es concebible incluso que pueda haber tres papas, uno titular y dos eméritos. Francisco, de hecho, ha dejado claro que se puede imaginar presentando una renuncia si ya no es capaz de ejercer sus funciones.
-Este es el ámbito político, ¿cómo se les ve en el plano personal?
-Creo que hay una buena proximidad personal entre los dos. En nuestro libro, Benedicto responde a mi pregunta sobre si él tiene problemas con el estilo de su sucesor: “No. Por el contrario, creo que eso es bueno...” (respondió). Por su parte, Francisco llamó a su predecesor un gran doctor de la Iglesia, cuyo espíritu “de generación en generación se manifiesta cada vez más grande y más potente”. Quiere hacer el esfuerzo, dice literalmente, de “continuar en la misma dirección” con la ayuda de Dios.
No sólo se ven en repetidas ocasiones, se escriben cartas, sino que también intercambian ideas. Al mismo tiempo, Benedicto habla abiertamente de las diferencias de temperamento entre Francisco y él. Supongo que algunas veces podrá fruncir el ceño ante algo que hace su sucesor. Pero le gusta la vitalidad que día a día imprime Francisco. Esto puede comprobarlo todo el mundo en las apariciones públicas. Benedicto era más bien alguien para una sala de conciertos; Francisco es el hombre que está en la plaza.
-Existen varias historias de intrigas, de quienes se oponen a Francisco, que buscan favorecer a su predecesor.
-Pero quienes traten de hacer esto con Benedicto, muerden sobre granito.
-¿Hay alguna discreta sugerencia, un guiño tranquilizador a los críticos de Francisco?
-No. Estoy seguro que ni siquiera de los labios de Georg Gänswein, su secretario, saldría una palabra de deslealtad.
(…)
- Al final de su conversación Benedicto habla de un amor de juventud.
-Sí, vivió un enamoramiento bastante en serio durante sus estudios.
-¿Qué significa “en serio”?
-Que le causó problemas. Fue en sus años de estudio, después de la guerra, que se encontró con estudiantes femeninas por primera vez. Realmente era un chico muy inteligente, un hombre joven y guapo, que escribía poesía y leía a Hermann Hesse. Uno de sus compañeros de clase me dijo que producía bastante efecto entre las mujeres, y viceversa. La elección del celibato no fue fácil para él.
-El libro se llama “Últimas conversaciones”, pero también podría llamarse “El juicio final”. Se puede ver cómo Benedicto al parecer ha experimentado su fragilidad en las luchas. Justo al comenzar habla de sí mismo como “este pobre hombre”.
-Ratzinger es cualquier cosa menos un hombre que se sienta satisfecho de sí mismo. Esto no cambió siendo Papa y se ha pronunciado aún más en esta retrospectiva sobre su vida.
-El conocimiento de la naturaleza humana no es su fuerte, dice, y “la práctica del gobierno no es lo mío”.
-La autocrítica es parte de su identidad, cosa que olvidan muchos críticos. No es alguien que se comporte de forma autócrata.
-¿No está coqueteando?
-No, no lo veo así. Creo que al final de su vida está realmente en paz consigo mismo. Admite con franqueza transparentar dónde se sintió frágil. Dice, por ejemplo, que no siempre ha tratado a todas las personas con la atención que tal vez merecían. También habla sin miedo sobre otras debilidades o sobre sus limitaciones físicas.
- Él mismo dice: “mi voz es débil”.
-Mucho más delicado aún es el hecho desconocido -del que no me di cuenta a pesar de las muchas conversaciones durante tanto tiempo- que estaba completamente ciego de su ojo izquierdo, ya antes de su elección, como consecuencia de una hemorragia cerebral y una inflamación posterior.
-La mirada interior al papado que representa Benedicto XVI cae, es sorprendente. Se nos dice que el Papa no es un superhombre… ¿Es un Papa alguien más limitado de lo que el mundo piensa?
-La palabra “infalibilidad” ha llevado a conclusiones completamente erróneas. Quien no sabe mucho de la Iglesia Católica podría pensar erróneamente que todo lo que hace un Papa es infalible y por lo tanto los católicos deberían postrarse en tierra. Sin embargo, hay muchas cosas que un Papa no puede cambiar. Benedicto tiene ya una imagen muy realista de las posibilidades, pero también de las limitaciones del cargo. Él no es un rey, el rey de la Iglesia es Cristo.
-En “Últimas conversaciones” se le aprecia en varios pasajes como un hombre que impacta, que se enfrenta a las cuestiones últimas. Sin embargo, una vez más, surge la cuestión de la intención política detrás de la obra: ¿No se está intentando pulir un pontificado que fue maltratado?
-No, él no ve maltrato a su pontificado. Por supuesto que fue un pontificado con problemas, incluso con escándalos, pero nadie se ve libre de ellos, tampoco Francisco. La afirmación central de Benedicto sobre su renuncia es la siguiente: Podía seguir porque no estaba bajo presión. Estaba debilitado física y mentalmente, como él describe de forma vívida, pero no se sentía bajo presión política. También dice que por cuestiones externas, no se debe ceder.
-Después de tantos libros, después de tantas conversaciones con Joseph Ratzinger, ¿cuál es la imagen más fuerte que queda en usted?
-¡Oh! quizás su última noche como Papa. Después de que el helicóptero blanco con el sonido de las campanas de fondo sobrevolara los Jardines del Vaticano hasta Castel Gandolfo en los montes Albanos; él estaba allí, en su residencia, por última vez en la ventana, saludando hacia abajo y dijo, creo, «Buonanotte». A continuación, se dio la vuelta y desapareció del balcón en la oscuridad de la casa. Le pregunté lo que hizo después de eso, en el interior, detrás de las persianas, en esa noche histórica.
-¿Y?
-Muy lacónicamente dijo: “Deshice mi maleta”…
La Iglesia no está congelada, estoy contento
Confieso que no he querido esperar. He comenzado a bucear en las "Últimas conversaciones" de Benedicto XVI con Peter Seewald, aunque aún no dispongamos del texto en español. No es un testamento al uso, como el que los últimos papas nos habían regalado, es algo totalmente novedoso en la historia: un papa que narra su propia vida con detalle y que contempla su propia misión desde la distancia, con esa inteligencia tan aguda como apacible, con la certeza de que ha sido un trabajador en la viña, y de que puede confiarse tranquilo al juicio de su Señor, el único que verdaderamente importa.
Hoy sólo quiero centrarme en su mirada sobre el momento que vive la Iglesia guiada por Francisco. No esconde su sorpresa inicial al conocer el nombre de su sucesor, pero tampoco su inmediato contento al contemplar su manera de hablar con Dios y con los hombres. En la llegada a la sede de Pedro de un hombre procedente del otro lado del mar, Benedicto reconoce que la Iglesia está en movimiento, que no se queda congelada en esquemas. Siempre sucede algo imprevisto que la hace renovarse constantemente. "Lo que es bello y estimulante es que precisamente en nuestra época sucedan cosas que ninguno esperaba, y que muestran que la Iglesia está viva y rebosante de nuevas posibilidades". (...)
Escucharle sigue siendo como gustar una sinfonía de Mozart... "Estoy contento: hay una nueva frescura en el seno de la Iglesia, una nueva alegría, un nuevo carisma que se dirige a los hombres... y eso es, de por sí, algo bello". Palabra de Benedicto, sin mediadores interesados.
JOSE LUIS RESTÁN
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